Una vez un hombre ciego me enseñó a mirar eso que los ojos no ven: -el zorro tenía razón- me dijo como mirando al vacio que se dibujaba en mi rostro- “lo esencial es invisible a los ojos”, te lo digo yo, que veo lo que eres y sientes sin siquiera conocer tu aspecto.Agaché la vista y quise llorar sólo para desahogarme, pero me reprimí por miedo a que el hombre ciego escuchara mi estado: -no abuses así de tu corazón, libéralo y llora no más- sonrió y sentí que me penetraba con su –miradanomirada- - mira que en las lagrimas están las fortalezas de los humanos, dicen. -usted no es ciego de verdad- me arriesgue a desafiar -no, yo sólo soy ciego de vista, no de mente, ni corazón como lo son el resto de los mortales que ven, pero sólo lo que quieren ver- me respondió – ahora calla y llora, hija. Quise reprocharle que yo no era su hija, pero un montón de sentimientos acumulados me atacaron. Cerré mis ojos, invoque todos esos pequeños demonios que me acecharon alguna vez y sentí como mi cuerpo se paralizaba expectante. Lloré a mares con los ojos cerrados y mis entrañas abiertas. Reí mientras lloraba, feliz y aliviada por haber eliminado mi estrechez de corazón. Un hombre ciego me enseño a llorar con emoción, a mirar sin mirar: -Sabes que vale la pena, ve y juega en serio- fue lo último que me dijo, o tal vez nunca me hablo. Como sea, después tan sólo se paró y se fue. Ese hombre ciego me enseñó todo lo que yo nunca aprendí: a amar sin vergüenza y a jugar en serio por quien realmente lo vale: yo. Basado en la canción Blind Man de Aerosmith e inspirada por le valse d’Amelie de Yann Tiersen