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Una vez utilizaron la analogía de las estaciones del año para referirse a mi personalidad voluble, pero que sin embargo resulta ser tan predecible como el verano o la primavera, no sabes cómo vendrán este año, pero de que llegarán, llegarán.

En su momento me reí por lo ingenioso, algo que solo podría ocurrírsele a él, alguien que me desee y quiera tan sinceramente, alguien que me ame. Me rio, porque solo 7 años después puedo asumirlo sin vanidad, sin angustia, sin inseguridad, solo como un hecho, un dato histórico a la cuenta.

Lo gracioso es que luego de 7 años recuerdo la analogía y es para aplicarla con él, otro él, uno más maduro y sopesado que el anterior, menos dramático, igual de intenso.

Aparece, extrovertido, parlanchín, tierno, amoroso, sensual, sexual, y desaparece antes de que podamos establecer algún tipo de vinculo, generar un compromiso. Se pierde, meses, pasa por la completa indiferencia, me obvia, suprime. La primera vez casi muero de angustia, ahora parece un juego de tira y afloja, de paciencia, de quién da más.

Aprendí a jugar su juego, es como las estaciones del año, siempre llega y a mi ya no me pilla desprevenida.

Solo para él estoy siempre lista, y no lo sabe.