Comprenden ~

19/8/10

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Soy una mujer criada a la antigua, hija mayor de una familia que iba a ser de a tres, pero por cosas de la vida terminó siendo de a cuatro, tuve una infancia normal, sin grandes lujos materiales, pero nunca lo noté, no era aficionada a los comerciales, ni a ese mundo de consumo que había más allá de la tele, yo era feliz jugando en mi leñera a que los troncos eran máquinas tragamonedas y las manzanas que caían de los arboles eran el premio mayor, me gustaba inventar infinidades de juego, encaramarme de los árboles y tocar su rama más alta, me hacía sentir grande, columpiarme de cabeza para mirar solo el cielo y gritar “estoy en el infinito”. Intentar hacer iglús cada invierno y no poder terminarlos nunca porque mi perra los derribaba, salir a ver cómo caía la nieve y abrir la boca para que los copos se derritieran en mi lengua. Cuando tenía diez años no me imaginaba la vida después de salir del colegio, le tenía miedo a esa otra etapa, me la imaginaba distinta, y en realidad lo fue, pero no para mal, muy por el contrario, ahora no me imagino la vida después de los 25, por ejemplo, lo que sí me contenta es que he cumplido cada meta que me he puesto por etapas. Fui muy tímida en mi infancia, con poca personalidad y baja autoestima, me costaba sociabilizar y confiar en la gente, se suponía que esta era perniciosa… y en realidad lo es, solo que en ese entonces no me explicaron la existencia de las personas, las cuales en teoría son igual a la gente, pero con valores, moral y ética. A los once años algo hizo un click en mi mente y cambié el switch, intenté ser más abierta, menos tímida, más alegre, menos sumisa, y lo logré, aunque claro, trastrabillé, caí, me dolió y me levanté y desde que me levanté no he vuelto a caer más. Luego entré a un colegio de “excelencia académica”, municipal por lo demás, lo cual me hizo cambiar mi visión de mundo, me hizo reventar la burbuja en la cual había vivido hasta entonces. Conocí tantas realidades, tantas formas de vida, compartí tantas experiencias con mujeres tan distintas a mí, pero abocadas a un mismo ideal: el ser mujeres integras para contribuir a cambiar el mañana, partiendo por hoy. En ese liceo me quité todos los prejuicios que podía haber llevado, descubrí que una persona homosexual es persona igualmente y merece el mismo trato y respeto de sus derechos como ser humano, que alguien con menos recursos tiene igual, o a veces más dignidad que el que salió favorecido materialmente, aprendí que la gente no se valora por cuanto cotice, por los años, por su apellido o qué se yo, sino por quién es, por lo que sabe, por lo que duda, por lo que teme, por lo que enseña. Esto no lo aprendí en una clase, ni me lo enseñó un profesor, me lo enseñaron ellas en el convivir diario, entonces descubrí que la “excelencia” del liceo no iba por las cantidad de puntos PSU y toda esa tontera, sino que por calidad humana, por la visión de vida humanitaria que llevábamos, por la tolerancia para poder afrontar otra realidad muy distinta a la nuestra, por la opinión en todo ámbito que hubiera. A los quince me enamoré a concho y me hirieron brutalmente, aunque con el pasar de los años he comenzado a pensar que en realidad yo me herí brutalmente por darle una intención distinta a lo que se me decía, aunque claro, pienso esto ahora para quedar en paz con el pasado, el cual se acomoda a recuerdos y memoria atrofiada. Ese mismo año me odiaron con la vida, y creí odiar, pero no era ni cercano, fue la primera y última vez que lloré por un hombre, desde entonces no he podido más. A los 16 probé cosas “prohibidas”, porque siempre he sido de las que piensa que hay que probar de todo en esta vida para poder opinar, sino sería una inconsecuencia del porte del buque hacerlo, conservé alguno de esos vicios juveniles, como el cigarro, pero como todo vicio juvenil me abandona ahora que entro en una supuesta adultez precoz… y bueno, hubieron de esas cosas “prohibidas” que no eran cosas tampoco, pero me generaron muy malos ratos. ahí conocí los límites de la intromisión ajena que podía soportar, con el tiempo estos límites se han ido acortando, y ahora soporto muy poco de la gente entrometida. A los 16 también participé más activamente en todo el rollo de marchas, tomas, paros y demases cosas estudiantiles, luchábamos con tal convicción, pero con una nebulosa sobre el por qué lo hacíamos, si nos preguntaban por la LOCE o LGE contestábamos lo que nos habían dicho que era, casi de memoria, como rezando un salmo sagrado, pero muy poco comprendíamos contra qué o quién luchábamos, solo sabíamos que debíamos estar unidos y no politizar un movimiento… nuestra generación sabe lo polarizado que está el país por culpa de ese punto negro en nuestra historia llamado dictadura, polarización que con la llegada de la democracia solo aumentó, pintando a la gente de colores, o situándolos a la izquierda o derecha de un plano imaginario, yéndose en contra del otro bando con argumentos de la década anterior, los colores políticos era un tema con el cual no había que meterse, claramente. Fue una bonita experiencia, aunque claro, acabó el movimiento y cada uno pa’ su casa, los grandes dirigentes desaparecieron (mi primo, que fue uno de ellos partió a argentina, ahí quedó su afán por la defensa de la educación chilena) y como estamos en un país malito para recordar, lo pasado en esa época es solo material de reportajes y recuerdos, flashbacks y demases. A los diecisiete me volví a enamorar, de manera más madura y realista, menos ilusoria, porque algo había aprendido. Tuve días felices y experiencias novedosas. Pero bueno, cosas de la vida: me traicionaron, traicioné, nos pedimos perdón, lloró, le sonreí y lo olvidamos. Me terminó, lo acepté, seguimos siendo amigos y yo no lo busqué de otra manera, he aprendido a distinguir y valorar que cuando algo acaba no es porque los perros ladren, o por que el cielo sea azul, eso es una constante, el terminar algo es precisamente por la falla de alguna constante o la inexistencia de esta misma. Luego se arrepintió, pero comprendía lo tarde que era y lo pésimo del contexto, y claro, me conocía a mí. Ese mismo año conocí los vestigios del circo, ya conocía de antes los colores de los malabares, pero eran contextos distintos, ahí comencé una vida nueva otra vez, conocí las sonrisas sinceras, la vida, la buena vida, el amar sin vergüenza y con pasión, las perseverancia y el entusiasmo, descubrí mis talentos y mi seguridad, y como la mezcla de estas cosas te transformaba en un ser distinto, en un ser difícil de derribar, en un ser feliz. Bueno, y el resto es conocido, entré a estudiar Trabajo social en una tradicional privada llamada universidad católica, entré llena de temores y prejuicios (sí, el liceo municipal te quitaba varios, pero agregaba otros, como estos) y nuevamente me encontré con una realidad distinta, Personas con perspectivas similares a la mía, y con el motor esencial para generar cambios a nivel macro, amo mi carrera, cada día que pasa me siento más a gusto con lo que aprendo, con la gente que comparto y los debates post clases que se generan, me gusta ver esto como un horizonte y no como una meta, es lo que me hace continuar parada. En cuanto al amor, bueno, me gusta un alguien, el alguien gusta de mí, un día dijo que me quería (por msn, claro) y un día yo le dije que lo quería también, pero a la cara, es un alguien directo, pero con rollos que no permiten que estemos juntos, y probablemente no podamos estarlo hasta mucho tiempo más, por la misma intromisión de la gente. Me ha brindado momentos muy agradables, pero no he sabido responderle, soy acuario, con esto excuso lo volátil y poco concreta que puedo llegar a ser, y bueno, no soporto cuando otra persona es igual de volátil y poco concreta, por eso me vuelvo un esperpento bipolar cuando me encuentro con esto y tiendo a actuar de una manera muy ajena a mí. Ahora es un alguien algo difuso que no veo hace un tiempo, y yo soy una orgullosa que no es capaz de llamarlo, pero mi vida entera ha sido dar primeros pasos y buscar a un alter, eso me cuesta mucho. En fin, no sé que pase con él, pero no me altera tampoco, todo me anda a la perfección. Entonces me puedo declarar con todas sus letras, en mayúscula y bien colorinche que soy una mujer enamorada de la vida (de la mía en particular) que ama sin vergüenza, que intenta ser mejor cada día y regalar lo mejor de sí misma a quienes cree se lo merecen, satisfecha con lo que he logrado y orgullosa de mis ideales y mi opinión política, cultural, social, etecé. Porque opinión no me falta y doy firmado no me faltará nunca.

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De repente se asoman ~