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Golpea, golpea mi frente y mis pómulos partidos. Golpea a mis amigos, familiares y conocidos. Golpea mi entorno y todo lo que toco y me golpea aún más fuerte cuando sonrío.

Tarde o temprano las cosas acabarán encajando, como en las utopías, como en un acto poético, de esos que uno no tiene certeza hasta que han sucedido.

Yo he tenido mis actos poéticos, pero ha sido muy tarde para cuando los reconocí, el telón ya se había cerrado y la próxima función no tenía fecha fijada. Corría viento helado y el otoño se desvanecía bajo mis pies. Creo que siempre he detestado la primavera por lo mismo, se traga mi otoño sin piedad y a cambio me colorea todo mi entorno como si con eso me pudiera recompensar.

Sigo queriendo  mi elefante rosado, sigo queriendo no desvanecerme frente a tu recuerdo amado, sigo queriendo que mi rimel no se corra con el agua, sigo queriendo un caleidoscopio, un vestido tornasol y a ese otro de ayer…, no miento, a ese otro de mucho antes de ayer, de años antes de ayer y que apareció en el ayer de unos meses atrás, a ese otro que se pasea descaradamente por mis sueños, aún ahora, a ese que siento necesito a destiempo, a ese que ya no está.