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Tenía unos zapatitos color blanco invierno que le encantaban porque olían a chicle y siempre le pareció percibir una interesante paradoja entre su olor y color. Uno le quedaba más chico que el otro y de no haber sido por eso habrían sido perfectos. Era una pulcra soñadora que de tanto vivir en fantasías se le olvidó como se sobrevivía aquí. Se le olvidó fingir, disimular. Aprendió a sentir desmesuradamente y esto le jugó en contra. Siempre se le veía feliz, alegre, plena… y así debió de haberse sentido la mayoría del tiempo, pero a la gente no le gustaba pensar esto, a la gente nunca le gusta ver las cosas como son, sino que tienen una faceta de pitonisas ocultas e interpretan hasta lo que no tiene interpretación. Esa era la única crítica que hacía, pues siempre comentaba que allá eso no pasaba, ni jamás pasaría, porque todos se preocupan de sus asuntos y si no tenían sus asuntos se los inventaban. También tenían un vestido con muchos vuelos y bien pomposo, de esos que cuando corres cobran vida propia. Le encantaba, pero sentía que le quedaría pequeño pronto, pues estaba en etapa de crecimiento. Esto le daba un poco de pena, pero le subía el ánimo pensar que habían personas que se tomaban un rato de su tiempo para especular sobre ella, comentar nimiedades y juzgar fantasmas. Siempre le sacaba una sonrisa este hecho… y otros muchos, como no.-

ella me pidió que hablara de ella, probablemente lo haga. Ella también me había

pedido que hablara de ella, y mira: lo cumplí