Es la sensación surrealista lo que queda. Momentos, somos tan solo momentos determinados por un espacio, un contexto. Somos un horizonte inalcanzable a ratos, un paradigma indescifrable, la promesa de lo incumplido.
Cuándo se actúa irracionalmente se obtienen resultados irracionales, pero vistos desde una lógica ambigua son completamente racionales en su naturaleza.
A estas alturas solo me quedan las fugas a destiempo, los ojitos de cielo y el rechinar lejano de la madera. Se vive (y disfruta) el día por la incertidumbre de un mañana que puede no llegar jamás. Se vive (y disfruta) el día en desmedro de los escrúpulos, para no aventajar a la muerte, como diría Benedetti. Se vive (y disfruta) el día con displicencia y sin culpa, por ese pesimismo que es inherente a nosotros, sin embargo no falta el tiro que se sale por la culata, ni el mañana que llega con toda la carga de lo que ahora se enuncia como ayer.
Hay que hacerle frente, no podemos entregarnos al descontrol así como así, para que luego un mañana se burle de nosotros, de alguna manera debemos controlarlo, puesto que si seguimos así podríamos encontrarnos con que lo que ayer fue una fuga explosiva de mariposas coloridas, hoy no sea más que la sombra de lo que ya no es.
